«FINAL FELIZ»
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Dibujo / Drawing
EatMeat Raw Gallery.
Barcelona. Del 10 al 18 de Mayo 2013.

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Por Anna Adell.

Los dibujos de Juan Escudero congelan esos instantes de transfiguración en los que el ser siente desintegrarse al alcanzar el clímax. Final feliz, ya desde su título, introduce el equívoco al evidenciar la mezcla de ingenuidad y ansias de trascendencia que nos constituye: la expresión trivializa el sesgo trágico de lo que gusta ser denominado petite mort; apela con sorna a la novela rosa al tiempo que remeda el vocabulario de los anuncios de servicios sexuales.

Torsos, vientres y cráneos se pulverizan en miríadas de esporas en un desbordamiento sensorial que amenaza la integridad del individuo. Ya los pintores romanos inmortalizaron el augmentum en innumerables frescos, el momento álgido de metamorfosis, previo al sacrificio ritual o a la crisis vital. La pintura petrificaba así la inflación de vida para preservar la ilusión de augmentum eterno. Algo de este elemento catártico se manifiesta en las efervescencias germinales que Escudero despliega sobre el papel. Incluso, el componente ambiguo, entre irónico y turbador, de su galería de genitales hermafroditas, corazones-vagina, vulvas-sirena, labios vaginales que sugieren vírgenes en mandorlas…. recuperan la obscenidad sacra de dioses fálicos como Príapo o vulvas andantes como Baubo. Juan invoca la esencia fascinante de nuestras partes íntimas, puente entre carnalidad y espíritu que el puritanismo cristiano derribó y que la sobre-excitada sociedad espectacular terminó por profanar.

Paradójicamente, estos dibujos se sirven de la fragmentación médica y pornográfica para invertir el desvelamiento excesivo que la ciencia y la pornografía persiguen: trazos pulsátiles depuran la imagen en un proceso de abstracción que preserva el enigma del éxtasis. Cuanto más nos acercamos más se sustrae a nuestra mirada. La pulsión escópica es traicionada a perpetuidad por la propia naturaleza esquiva de nuestra conciencia. El extravío sublime reconduce el espíritu hacia al misterio de su origen y presagia el último trance. Pero la conciencia de nuestra finitud trueca el goce en dolor, la revelación en simulacro.